La pobreza a menudo tiene rostro de mujer

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Photo by Andrea Floris

Katarína Hulmanová – nacida en Eslovaquia, Europa Central, graduada en programación y teología. Casada, tiene cuatro hijos y un nieto. Durante el totalitarismo en su país estuvo comprometida en la resistencia católica y trabajó en el campo de apostolado laical como apoyo y guía de pequeñas comunidades en ambiente universitario, ayudando también con la reproducción de material para la Iglesia clandestina. Tras la caída del comunismo en Europa Central se dedicó a sus hijos y, cuando crecieron, se comprometió en el apostolado laical en particular en el área de organizaciones femeninas católicas. Ha trabajado para el Forum de Instituciones Cristianas de Eslovaquia del que es actualmente presidente.



Eslovaquia es un país de Europa Central que existe como resultado de la separación pacífica de Checoslovaquia. La mayoría de sus habitantes se reconocen miembros de la Iglesia Católica.

En el marco del Año de la Misericordia, la Conferencia Episcopal promovió una reunión abierta a quien quisiera participar. El tema principal, «Vocación a vivir la misericordia» se inspiraba en el versículo de la Escritura: «Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti» (Mc 5,19). Luego de la reunión, organizamos un taller dedicado a «Pobreza y otros grupos en riesgo social» que despertó gran interés entre los participantes. Se habló de la importancia de afrontar los problemas de la gente que vive en pobreza extrema, pero también de la necesidad de estar cotidianamente con aquellos que caminan peligrosamente cerca del abismo de la pobreza, que luchan y se esfuerzan por su trabajo – a menudo mal pagado – por su propia dignidad y la dignidad de su familia. A veces es muy difícil ayudar a estas personas, particularmente mujeres, porque su pobreza está escondida; para ayudarlas a superar sus problemas se necesita no solamente abrir nuestras billeteras sino empezar verdaderas relaciones dejándolas entrar en nuestras vidas y nuestro mundo, tocar a sus corazones con respeto y reverencia y al mismo tiempo ser capaces de abrirles nuestros corazones.

Hay muchas razones que hacen que a menudo la pobreza de las mujeres sea grave en nuestra sociedad. Primero que todo, con frecuencia las mujeres son pagadas menos que los hombres por el mismo trabajo y en muchos casos prefieren trabajos orientados al cuidado de las personas como la enseñanza, la enfermería, los servicios sociales, ¡trabajos que son mal remunerados en nuestra sociedad! Además, en los casos de divorcio las cortes a menudo confían el cuidado de los niños a las mujeres, pero cuando los hombres rehúsan pagar el sustento, dejan a las mujeres en dificultades financieras. Como sabemos, el cuidado de los niños es trabajo exigente y no solo económicamente. En consecuencia a menudo no es posible que las mujeres se comprometan en un proceso normal de trabajo. En efecto, prefieren trabajos que les hagan posible incluir el cuidado de niños pequeños y/o parientes ancianos. Por esa razón no suelen escoger trabajos que impliquen mucho viaje, altos niveles de responsabilidad, posiciones de directores, trabajos que exijan mucho tiempo extra… Se trata de una opción laboral “orientada hacia la maternidad” que lleva a menores ingresos y menores pensiones para las mujeres. ¡El servicio que prestan las mujeres a la vida no es un servicio a sus carreras!

Apoyar a otras personas es una parte imprescindible de la misión y vocación de cada uno de nosotros. Nadie puede erradicar la pobreza por sí solo, pero podemos ayudarnos entre nosotros. El trabajo de las instituciones caritativas católicas, de las asociaciones y movimientos, no puede remplazar el esfuerzo de cada uno en esta área. Ayudar a las personas necesitadas no es solo cuestión de dinero. Muchos de nosotros deseamos contribuir pero simplemente no sabemos cómo hacerlo. Ayudar a los pobres o ayudar en general no es tan fácil como se podría pensar. ¿Cuál es la manera correcta de ayudar? ¿Qué es lo correcto para mí y para las personas pobres? ¿Estoy violando su dignidad? ¿Estoy con mi ayuda generando una dependencia? ¿No estoy limitándome a poner un parche de silencio al sentimiento de injusticia y vergüenza por los recursos que yo tengo mientras esta persona – a pesar de que trabaja mucho – se mueve de acá para allá incapaz de salir del círculo vicioso de la pobreza?

El Papa Francisco dijo estas palabras en su discurso a los representantes de la sociedad civil en Paraguay el 11 de julio de 2015: «Para buscar efectivamente el bien de las personas, lo primero es tener una verdadera preocupación por ellos – estoy hablando de los pobres – valorarlos en su bondad propia. Pero, una valoración real exige estar dispuestos a aprender de los pobres, aprender de ellos. Los pobres tienen mucho que enseñarnos en humanidad, en bondad, en sacrificio, en solidaridad. Los cristianos, además, tenemos además un motivo mayor para amar y servir a los pobres, porque en ellos tenemos el rostro, vemos el rostro y la carne de Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8,9). ... Traer el pan a casa, ofrecer a los hijos un techo, ofrecer salud y educación, son aspectos esenciales de la dignidad humana, y los empresarios, los políticos, los economistas, deben dejarse interpelar por ellos... En la economía, en la empresa, en la política, lo primero siempre es la persona y el hábitat donde vive.»

Hoy en día en Europa estamos siendo testigos de un creciente fenómeno de pobreza que no afecta solamente a los desempleados sino más y más a personas que tienen un trabajo. La pobreza del que trabaja o nueva pobreza es una amenaza que está robando a la gente la esperanza y la perspectiva.

Tengo una amiga que, como resultado de una situación difícil en su familia, ha crecido sus tres hijos por sí sola. Vive en la capital de Eslovaquia, Bratislava, y su madre vive a 300 kilómetros. No quiere dejar la capital porque sería difícil para ella encontrar trabajo en su región de origen. La conozco desde hace varios años y todo este tiempo ella ha tenido trabajo. En una etapa crítica de su vida hizo un préstamo que no fue capaz de pagar y, como resultado, su propiedad fue confiscada. Su familia ha estado esforzándose por mantener un estándar bajo de vida, pero cada enfermedad, cada hobby de los niños, incluso la necesidad de lentes nuevos pone en riesgo este frágil equilibrio entre ingresos y gastos. Han buscado acceder a subsidios públicos para su hogar y la hija ha dejado la escuela para buscarse un trabajo y ayudar a su madre. Yo admiro la perseverancia y valentía con que afrontan esta difícil situación y ¡se trata de personas que trabajan! La diferencia entre subsidios públicos y salarios es insignificante en Eslovaquia. En efecto, a veces las personas reciben salarios tan bajos en su trabajo que les sería económicamente más rentable vivir de subsidios.

Esta historia parece ser pequeña y poco importante comparada con los enormes problemas del mundo como la crisis migratoria, la violencia, las guerras, enfermedades, hambre, crisis ecológicas. Pero me parece que muchas mujeres (y no solo en mi país) se encuentran privadas de su sentido de dignidad humana porque en el trabajo no se aprecia su dignidad y no pueden garantizar una vida digna para ellos y para quienes han sido confiados a sus cuidados. Me parece que enfrentamos serios problemas enraizados en el sistema de nuestra sociedad hoy. Esto me anima a seguir trabajando según la invitación del Papa Francisco: «Los pobres son la carne de Cristo... Respetar al pobre. No usarlo como objeto para lavar nuestras culpas. Aprender de los pobres, con lo que dije, con las cosas que tienen, con los valores que tienen

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