En el mundo hodierno el tema de Dios y el tema de la fe se han convertido en cuestiones verdaderamente urgentes. El Papa Benedicto XVI lo evidenciaba con gran fuerza durante su último viaje a Alemania, al decir: «La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz», añadiendo además: «La fe tiene que ser nuevamente pensada y, sobre todo, vivida, hoy de modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente. Ahora bien, a ello no ayuda su adulteración, sino vivirla íntegramente en nuestro hoy. /…/ No serán las tácticas las que nos salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo».
Ante la dramática erosión de la fe hoy, el Santo Padre ha decidido lanzar una iniciativa muy significativa: convocando en la Iglesia un Año de la fe, que iniciará el 11 de octubre de 2012, cincuenta años después de la apertura del Concilio Vaticano II. En el mismo día se cumplirán también veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por el Beato Juan Pablo II con el fin de mostrar a todos los fieles la fuerza y la belleza de la fe. Recordamos que justamente el cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, fue gran arquitecto de esta importante obra que hoy, como Pontífice, explica: «Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia /…/ Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural».
He aquí pues el gran desafío de hoy: redescubrir el valor de la fe en la vida de cada cristiano… redescubrir la belleza de la fe y la belleza de una vida que se deja inspirar por el Evangelio. La fe no es un accesorio, algo que se añade, sino que es un factor clave de nuestra existencia, un factor determinante que da el sentido último al destino humano. En otras palabras, la fe es aquella “perla preciosa”, aquel “tesoro escondido” de que habla el Evangelio (cf. Mt 13.44-45), por los cuales vale la pena darlo todo…