La Cruz es la certeza del amor de Dios por nosotros que no se derrumba

JMJ day 5-845

Rio de Janeiro, 26 de julio El programa de esta jornada ha sido también muy intenso. El tema de la catequesis de la misión, que nace de la necesidad del corazón de comunicar a los demás a Jesús, es signo de la autenticidad de nuestra fe.

Mientras tanto se celebraba en el maravilloso parque “Quinta da Boa Vista” el sacramento de la Reconciliación, donde también el Papa confesó a cinco jóvenes.

El parque es además la sede de la “Feria Vocacional”, que es una festiva exposición donde los jóvenes, en unos 100 stand, pueden conocer la vida de la Iglesia.

Otra etapa del itinerario del Papa hacia el sufrimiento de los jóvenes fue el encuentro privado con algunos presos, seis chicos y dos chicas, en la sede del Arzobispado. Una joven, muy emocionada, cantó una canción para el Pontífice y leyó una carta a nombre de sus compañeras detenidas. El Papa rezó el Padrenuestro con los jóvenes y dijo “nunca más violencia, sólo amor”, exhortándoles a mirar al futuro.

Desde el balcón del Arzobispado, el papa Francisco recitó a continuación el Ángelus, dirigiendo algunas palabras a la muchedumbre que rezaba con él: “Niños y ancianos construyen el futuro de los pueblos. Los niños porque llevarán adelante la historia, los ancianos porque transmiten la experiencia y la sabiduría de su vida”. El papa Francisco partió de esta frase, que contiene el documento de Aparecida, para felicitar a los abuelos, en el día a ellos dedicado y que en Brasil, como en otros países, coincide con la festividad de hoy de los santos Joaquín y Ana.

El almuerzo del Santo Padre constituyó hoy también un momento de encuentro, pues fueron doce jóvenes de todos los continentes los que compartieron su comida. Fue un almuerzo largo, que duró más de hora y media. “Fue muy emocionante – dijo Thomson Philip de Nueva Zelanda – cuando el Papa preguntó: ¿Por qué cuando ustedes están aquí almorzando con el Papa, hay gente que tiene hambre? Con ello nos ha dado a entender que tenemos una gran responsabilidad, que es la de compartir esta experiencia con los demás y de ser testigos vivos de Cristo”.

Por último, en la playa de Copacabana, tuvo lugar la Vía Sacra, como aquí se denomina el Vía Crucis. Las 14 Estaciones fueron leídas por diversos jóvenes y tuvieron como tema los múltiples dramas del hombre de hoy.

Al final de la representación, el papa Francisco prosiguió la reflexión, que ya desde hace días está haciendo junto a los peregrinos que participan en esta JMJ y a todos los jóvenes del mundo: “Nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar consigo algo de la Cruz de Jesús a la propia vida”. Recordando el “encargo” del beato Juan Pablo II que en el año 1984, al finalizar el Año Santo de la Redención, había confiado precisamente a los jóvenes la Cruz para que la llevaran al mundo “como signo del amor de Jesús a la humanidad”. El papa Francisco recordó además que “desde entonces, la Cruz ha recorrido todos los continentes y ha atravesado los más variados mundos de la existencia humana, quedando como impregnada de las situaciones vitales de tantos jóvenes que la han visto y la han llevado”. Entonces, el Papa hizo tres preguntas: “¿Qué han dejado ustedes en la Cruz, queridos jóvenes de Brasil, en estos dos años en los que ha recorrido su inmenso país? Y ¿qué ha dejado la Cruz en cada uno de ustedes? Y, finalmente, ¿qué nos enseña para nuestra vida esta Cruz?”.

El Papa ilustró aquí el sentido de la Cruz de Jesús en la vida de la humanidad afirmando que “en la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos”. A continuación explicó, que la Cruz es “la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo”. Dirigiéndose en modo particular a los brasileños presentes en el “Vía Crucis”, el papa Francisco dijo: “El primer nombre de Brasil fue precisamente ‘Terra de Santa Cruz’. La Cruz de Cristo fue plantada no sólo en la playa hace más de cinco siglos, sino también en la historia, en el corazón y en la vida del pueblo brasileño, y en muchos otros pueblos. A Cristo que sufre lo sentimos cercano, uno de nosotros que comparte nuestro camino hasta el final. No hay en nuestra vida cruz, pequeña o grande que sea, que el Señor no comparta con nosotros”.

En la parte final de su meditación sobre el “Vía Crucis”, el Papa invitó a los jóvenes a que eligieran a quién de las figuras narradas por los Evangelios querían representar: “Y vos ¿como cuál de ellos querés ser? ¿Como Pilato, como el Cireneo, como María?”, exhortando a los jóvenes a fiarse de la Cruz de Cristo, llevando “nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a la Cruz de Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada hermano o hermana nuestra con ese mismo amor”.

La Cruz es la certeza del amor de Dios por nosotros que no se derrumba

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