Introducción

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¿Cómo ha cambiado, desde 1995 hasta hoy, la llamada “cuestión femenina”?

Constatamos indudables conquistas sociales, culturales y políticas de parte de las mujeres en muchas partes del mundo. Ha crecido notablemente el respeto de sus derechos fundamentales y de su dignidad, aún cuando queda todavía mucho por hacer. Al mismo tiempo, sin embargo, no faltan matices negativos, peligrosas tendencias ideológicas que crean una confusión inquietante en lo que se refiere a la identidad y la vocación específica de la mujer. El feminismo radical, impulsado por la revolución sexual de los años sesenta, ha generado una contraposición conflictiva y competitiva entre los sexos, considerando a la mujer como antagonista del hombre. El matrimonio y la familia son presentados como una suerte de construcción patriarcal opresiva que impediría el crecimiento personal de la mujer. Se pretende “liberar” a la mujer de la maternidad que es vista como factor de invalidez. El drama del aborto es transformado en un pseudo-derecho que debe ser reivindicado. A su vez la ideología del gender pretende transformar la naturaleza misma de la sexualidad humana, intercambiando la identidad sexual por la orientación sexual y el rol social. Las diferencias entre los sexos no serían más que construcciones culturales, y por ello, objeto de opción libre del individuo – una ideología verdaderamente destructiva del concepto de matrimonio y de familia.[1]

Algunos afirman[2] que parece haberse perdido un poco de la urgencia y relevancia de la “cuestión femenina”.

Hoy, al menos en los países occidentales, la cuestión femenina, por la casi total igualdad formal entre mujeres y hombres, se presenta a la opinión pública con una urgencia y relevancia mucho menores respecto a cuanto sucedía en 1995[3].

Aunque es cierto que aún subsisten muchas desigualdades; entre estas se puede mencionar por ejemplo la insuficiente protección de la maternidad.

La maternidad todavía no suficientemente defendida, hace a menudo difícil la inserción en el mundo del trabajo; baste pensar en el trabajo que las mujeres, sobre todo las madres, desempeñan en casa y para el cual sería necesaria una particular atención[4].

Esta insuficiente protección de la maternidad en sociedades que están cada vez más orientadas exclusivamente a lo económico es una forma de injusticia presente tanto en los países llamados del primer mundo como en los del tercer mundo y su impacto social y económico no puede minusvalorarse. La inserción de la mujer en el ámbito laboral ha abierto la cuestión del equilibrio entre la vida laboral y la vida familiar.

La enseñanza de la Iglesia tiene aquí mucho que aportar, al ordenar su vocación, al favorecer su maternidad como vocación y como plenitud de vida, y al no cerrar su aportación profesional, pero sí jerarquizarla por debajo de la maternidad. Sin embargo, el problema total no se soluciona, pues las necesidades económicas son reales. Por eso es importante una actitud activa, propositiva de la Iglesia. […] Es fácilmente constatable que el ser humano desarrolla su mundo afectivo y emocional principalmente en la familia. La familia se convierte así en una prioridad para el estado. Teniendo más familias estables, se reducen la mayor parte de los problemas sociales[5].

 Ha sido notada también una diferencia generacional en el modo de percibir la situación de la mujer: mientras entre las adultas persiste todavía una fuerte influencia del feminismo ideológico de los años 70, entre las mujeres más jóvenes se puede notar una actitud de búsqueda de nuevos paradigmas para entender su identidad femenina; la Iglesia propone sus enseñanzas como luces para la búsqueda de unas y otras; esta búsqueda es razón de esperanza y es un llamado a contribuir con las luces de la Revelación en el camino de profundizar la verdad sobre el ser humano, creado varón y mujer, según el amoroso designio de Dios. Continuar

 

[1] Stanisław Card. Ryłko, Donna nella Chiesa: fondamenti antropologici e teologici, en www.laici.va

[2] Cf. por ejemplo C. Hoff-Sommers, Who stole Feminism? New York 1995; Feminism is not the story of my life, New York 1996; D. Crittenden, What our Mothers didn’t tell us, New York 1999; Amanda Bright @ home, New York 2003; M. Terragni, La scomparsa delle donne, Milano 2007.

[3] Giorgia Salatiello

[4] Maria Voce

[5] Aura Escudero

Reseñas


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