El pontificado del Papa Francisco: un kairós particular

Estos primeros meses de pontificado del Papa Francisco han sido, para el Pontificio Consejo para los Laicos, particularmente intensos y ricos de acontecimientos importantes. Quisiera detenerme solo en algunos de ellos.

Cronológicamente, el primer evento importante fue el encuentro del Papa Francisco con las asociaciones laicales y movimientos eclesiales en el marco del Año de la Fe, que tuvo lugar el 18 y 19 de mayo pasados, en la vigilia y la solemnidad de Pentecostés. La palabra del Santo Padre en esa circunstancia fue para nosotros de gran importancia porque confirmó la continuidad del magisterio pontificio a propósito de la “nueva etapa asociativa” de los fieles. Ante algunas resistencias que todavía pueden advertirse en ciertos ambientes eclesiales hacia estas nuevas realidades, la palabra del Papa resonó de modo claro e inequívoco: «¡Sois un don y una riqueza en la Iglesia!... ¡Llevad siempre la fuerza del Evangelio! ¡No tengáis miedo! Tened siempre la alegría y la pasión por la comunión en la Iglesia.» (Angelus, 19 de mayo de 2013). Y como no recordar las tres palabras de la homilía pronunciada en el domingo de Pentecostés: novedad, armonía y misión… palabras que constituyen un verdadero programa para el trabajo de nuestro dicasterio con los movimientos eclesiales y las asociaciones laicales. En efecto, en continuidad con este evento, el pasado 27 de junio el Pontificio Consejo para los Laicos convocó a los responsables de diversos movimientos eclesiales y nuevas comunidades para una reflexión y un compartir sobre los pronunciamientos del Santo Padre en Pentecostés.

El segundo gran evento que nos ha visto particularmente comprometidos fue la Jornada Mundial de la Juventud de Rio de Janeiro el pasado mes de julio; un evento que el Señor quiso bendecir de modo especial. Tras 26 años la JMJ regresaba al continente latinoamericano y – preparada por el Papa Benedicto XVI – fue presidida por el Papa Francisco, primer pontífice latinoamericano. ¡Una coincidencia verdaderamente providencial! Fue una intensa fiesta de fe y de fraternidad. La respuesta de los jóvenes católicos – esta vez en su gran mayoría latinoamericanos – superó las expectativas de los organizadores y sorprendió al mundo entero, no solamente desde el punto de vista numérico (como los casi tres millones de jóvenes recogidos en oración a lo largo de la playa de Copacabana), sino también – y diría sobre todo – por el testimonio auténtico de fe que los jóvenes ofrecieron con alegría y valentía. El Santo Padre, junto a numerosos obispos catequistas, llevó a cabo una gigantesca siembra evangélica y ahora esta siembra debe ser acompañada y cultivada para que produzca frutos abundantes. Es necesario que la pastoral juvenil actúe para construir puentes entre ese evento providencial y extraordinario que fue la JMJ y la vida ordinaria de los jóvenes en las comunidades parroquiales y diocesanas, en las asociaciones y en los movimientos. En otras palabras, cada JMJ debe representar un nuevo inicio para la pastoral juvenil ordinaria en las Iglesias locales y nuestro dicasterio trabaja intensamente para estimular tal conciencia. El Papa insiste: «No debemos olvidar nunca que las Jornadas Mundiales de la Juventud no son “fuegos artificiales”, momentos de entusiasmo fines en sí mismos; son etapas de un largo camino, iniciado en 1985, por iniciativa del Papa Juan Pablo II. … Recordemos siempre: los jóvenes no siguen al Papa, siguen a Jesucristo, cargando su Cruz. El Papa los guía y los acompaña en este camino de fe y de esperanza.» (Angelus, 4 de agosto de 2013).

Un reconocido vaticanista del periódico Le Figaro (Jean-Marie Guénois, Sommes-nous encore une Église capable de réchauffer le coeur?, 28 luglio 2013), veía en la JMJ de Rio de Janeiro “un auténtico despegue” del pontificado del Papa Francisco, que tuvo como punto central no solamente su extraordinaria capacidad de dialogar con los jóvenes sino también su propósito de dirigir un mensaje claro a toda la Iglesia. Y se refiere, en particular, a dos discursos pronunciados por el Santo Padre durante su viaje en Brasil: el discurso al episcopado brasilero y el discurso al Comité coordinador del CELAM en el Centro de estudios de Sumaré. Se trata de discursos programáticos, que merecen una profunda reflexión porque de ellos emerge claramente la imagen de Iglesia que el Papa Francisco desea: una Iglesia que acompaña el camino poniéndose en camino con la gente; una Iglesia capaz de calentar los corazones; una Iglesia fuertemente mariana (Aparecida, como clave de lectura de la misión de la Iglesia); una Iglesia del pueblo (la piedad popular); una Iglesia con un fuerte compromiso de los laicos; una Iglesia que dé a las mujeres un espacio adecuado («la Iglesia sin las mujeres es estéril»); una Iglesia pobre, cercana a los pobres y lista para salir hacia las periferias geográficas y existenciales del mundo. De esta visión genuinamente evangélica de la Iglesia nace el gran desafío de una “formación de calidad” de los laicos: «se necesita una solidez humana, cultural, afectiva, espiritual y doctrinal» afirma el Papa Francisco (Encuentro con el episcopado brasilero, 27 de julio de 2013). Y esto representa una importante tarea para nuestro dicasterio. Está en juego el riesgo de caer en el clericalismo, una tentación muy difundida en la Iglesia. El Papa reafirma: «se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo. El fenómeno del clericalismo explica, en gran parte, la falta de adultez y de cristiana libertad en parte del laicado…» (Encuentro con el Comité de coordinación del CELAM, 28 de julio de 2013).

Además de estos dos discursos magistrales pronunciados en Brasil, recibimos también intuiciones importantes para la formación del laicado hoy de las Misas matutinas del Papa Francisco. En ellas el Santo Padre, con un lenguaje simple pero incisivo y conmovedor, explica sistemáticamente lo que quiere decir ser cristianos hoy y nos alerta contra el peligro de convertirnos en cristianos “almidonados” o “adormecidos”, o cristianos “de museo” o “de salón” o incluso “cristianos light”, sin Cristo… Realmente la cultura post moderna, esa cultura líquida, tan difundida hoy, produce personalidades e identidades confusas y líquidas y genera entre los cristianos mismos pertenencias a la Iglesia parciales y limitadas. La palabra del Papa ofrece entonces un programa concreto que se pone como meta reforzar la identidad bautismal de los fieles laicos, aquella identidad que brota de la pertenencia a Cristo y a su Iglesia – la identidad de discípulos y misioneros de Cristo.

 

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