El deporte como medio de paz

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Photo by Jordan Wooley

 Cuando hablamos de “deporte”, hay ciertos valores que van intrínsecos (esfuerzo, victoria, alegría, diversión…) pero desgraciadamente, cada vez es más común que también nos venga a la mente imágenes de violencia. No es nueva esta tendencia a provocar enfrentamientos, discusiones, disturbios y comportamientos que en nada representan (o deberían representar) lo que esta actividad porta consigo.

El Beato Juan Pablo II en el año 2000 transmitió a deportistas y dirigentes deportivos unas líneas de actuación muy concretas pidiendo que el deporte fuera “un deporte que tutele a los débiles y no excluya a nadie, libere a los jóvenes del riesgo de la apatía y de la indiferencia, y suscite en ellos un sano espíritu de competición; un deporte que sea factor de emancipación de los países más pobres y ayude a eliminar la intolerancia y a construir un mundo más fraterno y solidario; un deporte que contribuya a hacer que se ame la vida y que eduque para el sacrificio, el respeto y la responsabilidad, llevando a una plena valorización de toda persona humana.”(JPII a los deportistas en el Jubileo del 2000)

Estos puntos son el eje vertical de la sección Iglesia y Deporte. Por un lado la preocupación por la formación integral en valores de las personas a través del deporte y por otro lado la promoción y patrocinio de iniciativas que sirvan como medio para fomentar el desarrollo de los pueblos.

Hoy en día el deporte es un lenguaje universal. Tiene un valor educativo inmenso: desde pequeños se puede aprender a luchar por alcanzar un objetivo o llegar a una meta y, al mismo tiempo, aprender que si esa lucha se hace en equipo, se puede llegar antes y pasando un rato divertido. El niño siempre tendrá el objetivo de ganar, sea como sea, pero ¿es esa la meta que debemos enseñar? Debemos mostrar el lado humano y genuino del deporte.

Hace unas semanas Thomas Bach, Presidente del Comité Olímpico Internacional, fue invitado en la sede de Naciones Unidas a hablar sobre el movimiento olímpico, y aprovechó la ocasión para pedir a todas las naciones un esfuerzo por mantener la paz, al menos durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno que tendrán lugar este mes de febrero en Sochi.

Y esto no es una quimera; no se trata de una petición utópica, y vacía de contenido. El Papa Francisco nos ha dado la clave en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial por la Paz de este año: “No podemos dejar de constatar que los acuerdos internacionales y las leyes nacionales, aunque son necesarias y altamente deseables, no son suficientes por sí solas para proteger a la humanidad del riesgo de los conflictos armados. Se necesita una conversión de los corazones que permita a cada uno reconocer en el otro un hermano del que preocuparse, con el que colaborar para construir una vida plena para todos.

La paz, al igual que el deporte, empieza por uno mismo. Y el deporte es sin duda un medio muy eficaz ya que traspasa ideologías, idiomas, razas o ideas políticas.  

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