Queridos amigos: ustedes son el campo de la fe. Ustedes son los atletas de Cristo. Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor

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Río de Janeiro Ya desde la mañana, la playa de Copacabana es meta de una interminable peregrinación. Esta es la fuerza de la JMJ, los jóvenes llevan la llama del Espíritu no sólo a los tradicionales lugares del Espíritu, como Santiago de Compostela, sino también al corazón de la ciudad moderna, como a Denver o Sydney, a los muy laicos Campos Elíseos o, en este caso, a uno de los templos del turismo internacional. Llegan a pie desde toda la ciudad, los más valientes se echan a las olas, los grupos buscan un buen lugar cerca de una maxi-pantalla, otros prefieren un lugar más cómodo, cerca de las barreras donde pasará el Santo Padre, para verlo de cerca y tener la ocasión de lanzarle una bandera o un objeto querido.

Dos millones de personas se reparten en cuatro kilómetros de una blanca y finísima playa. Hay música, coreografía y un flash Mob, en el que participaron también los obispos en el palco – se dice que ha sido el flash Mob más grande jamás realizado -, que preparan la acogida del papa Francisco.

La Vigilia de oración con los jóvenes es un gran momento de alabanza, adoración y testimonio. El tema de la JMJ “Id y haced discípulos a todos los pueblos” es representado por la coreografía, con la participación de decenas de jóvenes que intentan “construir” una iglesia, por los testimonios y las preguntas de los jóvenes al Papa. Por último, los jóvenes desmantelarán la iglesia que han construido y llevarán los trozos caminando en direcciones diferentes. Pero el momento más esperado es la palabra del Santo Padre, seguida con gran atención y participación por todos los presentes. El papa Francisco dirigió con insistencia preguntas existenciales a los jóvenes, sobre cuánto se dejan interpelar por Jesús, su invitación a “hacerse discípulos”, a anunciar el Evangelio “a los cercanos y a los lejanos”, a los que se “entrenan” para esta misión. Después de haber recordado que la Vigilia en un principio se tenía que haber realizado en el “Campus fidei”, pero que por las lluvias se había convertido inaccesible, el papa Francisco retomó el tema del “campo” para una catequesis con la ayuda de tres imágenes. La primera fue la del “campo como lugar en donde se siembra”, y tal acción es la palabra de Dios que intenta entrar en el corazón de cada uno. La segunda es la imagen del campo como lugar de entrenamiento; la tercera es el campo como obra de construcción.

Al introducir el concepto del campo como lugar en el que “se siembra”, el papa Francisco explicó que los frutos vienen cuando las semillas “caen en tierra buena”. Este campo de la fe es el corazón de cada uno de los jóvenes, es su vida. Es en su vida que Jesús pide entrar con su Palabra, con su presencia. Por ello la invitación insistente y reiterada de “hacer espacio a Jesús”, para que cada uno pueda ser aquel “terreno bueno” que él necesita. A continuación les invitó a no ser cristianos a medio tiempo, sino “auténticos” cristianos. Hablando del “entrenamiento” necesario para poder anunciar a Cristo, afirmó que el esfuerzo necesario es notable, pero que el premio es “un futuro con él que no tendrá fin, allá en la vida eterna”. En este punto preguntó a los jóvenes cuáles eran las herramientas para este “entrenamiento”. Su respuesta fue: hablar cada día con Dios, la oración. Y después los sacramentos, acoger, ayudar a los otros, a cada persona, sin excluir, sin marginar a nadie. Es un llamamiento grande que este Papa hace a una Iglesia que, a través de los jóvenes, se abre a las “fronteras existenciales”, como él las llama, donde se encuentran varios tipos de experiencias humanas, algunas hermosas, otras dramáticas. Volviendo al ejemplo de la “obra”, el papa Francisco quiso animar a los jóvenes a que se abran a una realidad más grande, que va más allá de la experiencia de la propia parroquia y la propia asociación, que es la de la Iglesia. Recordó que en la Iglesia, con los sacerdotes y religiosos, los jóvenes nunca están “solos”, sino que forman parte de una familia que está siguiendo el mismo camino. Preguntó si los jóvenes de verdad querían ser “constructores” de la Iglesia, exhortándoles reiteradamente no sólo a sentirse Iglesia, sino a ser “piedras vivas” de la Iglesia. A continuación recordó que Jesús “nos pide que su Iglesia sea tan grande que pueda alojar a toda la humanidad” y así, abriendo una brecha en la generosidad del corazón de los jóvenes, les invitó a contestar: Sí, “quiero ir y ser constructor de la Iglesia de Cristo”.

Llegando a la conclusión de su meditación, el papa Francisco afirmó: “Tu corazón, corazón joven, quiere construir un mundo mejor. Sigo las noticias del mundo y veo que tantos jóvenes, en muchas partes del mundo, […] quieren ser protagonistas del cambio. Por favor, – dijo – no dejen que otros sean los protagonistas del cambio. Ustedes son los que tienen el futuro”. “A ustedes les pido – añadió – que también sean protagonistas de este cambio. Sigan superando la apatía […]. Les pido que sean constructores del futuro, que se metan en el trabajo por un mundo mejor. […] Métanse en (la vida) como hizo Jesús. Sin embargo, queda una pregunta: ¿Por dónde empezamos? ¿A quién le pedimos que empiece esto? ¿Por dónde empezamos? Una vez, (se lo) preguntaron a la Madre Teresa […] ‘Por vos y por mí’, contestó ella. […] Cada uno, en silencio otra vez, pregúntese si tengo que empezar por mí, por dónde empiezo. Cada uno abra su corazón para que Jesús les diga por dónde empiezo”. Después de haber dejado un momento de silencio y meditación, bien acogido por los jóvenes de Copacabana, el papa Francisco concluyó: “Queridos amigos, no se olviden: ustedes son el campo de la fe. Ustedes son los atletas de Cristo. Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor”. Es una invitación y un deseo que los jóvenes acogieron con un gran aplauso.

La jornada del papa Francisco había iniciado con la misa celebrada en la catedral de Río junto a los obispos y seminaristas de todo el mundo, venidos a Brasil con las delegaciones para las Jornadas Mundiales de la Juventud. “Así hizo Jesús con sus discípulos: no los mantuvo pegados a él como la gallina con los pollitos; los envió”. Es una invitación a “salir”, un empuje a la “misión”, que “no es un simple abrir la puerta para que vengan, para acoger, sino salir por la puerta para buscar y encontrar”, dijo el Papa a los obispos, de quienes se espera que den un buen ejemplo.

“Queridos obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, y ustedes, seminaristas que se preparan para el ministerio, tengan el valor de ir contracorriente” con respecto a esa cultura, a las relaciones humanas que se basan en “dos ‘dogmas’: eficiencia y pragmatismo”.

La invitación del Papa sonó como una continuación de la constatación de veinticuatro horas antes, en Copacabana, cuando el Pontífice (después de haber censurado el egoísmo y la corrupción de los políticos) dijo: “Jesús está junto a tantos jóvenes […] que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio”. Y hablando sin concepto dijo: “Cuánto hacen sufrir a Jesús nuestras incoherencias”. ¿Y la solución? La fe, porque – así lo recuerda el Papa – “en la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ‘¡Ánimo! No la llevás vos solo. Yo la llevo con vos y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida’”.

Una vez finalizada la misa, el Papa se trasladó al Teatro municipal de Río donde tuvo un encuentro con la clase dirigente brasileña (políticos, banqueros, profesores industriales). “El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política, rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad”, dijo en seguida el Papa. Su discurso fue elevado, pero al mismo tiempo directo, como es su estilo. A los que deciden la suerte del país, de cada país, el Papa amonestó y puso en guardia: “Permítanme que diga, […] puede existir el peligro de la desilusión, la amargura, la indiferencia, cuando las expectativas no se cumplen […]. Quien desempeña un papel de guía – añadió – ha de tener objetivos concretos y buscar los medios específicos para alcanzarlos”.

“Es nuestra responsabilidad, aunque siempre sea limitada, esa comprensión de la totalidad de la realidad”, aconsejó a los líderes del país. ¿Cómo? “Observando, sopesando, valorando, para tomar decisiones en el momento presente, pero extendiendo la mirada hacia el futuro, reflexionando sobre las consecuencias de las decisiones” con “humildad social”, con una actitud que va más allá de la “responsabilidad”, que “requiere un cierto tipo de paradigma cultural y, en consecuencia, de la política”.

“Que a nadie – concluyó – le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad: éste es el camino propuesto”.

Al caer la noche en Río de Janeiro, grupos de peregrinos regresan a sus alojamientos donde están hospedados, otros muchos se preparan para pasar la noche en la playa o en las áreas públicas de Copacabana. Mañana, para la Misa conclusiva de la XXVIII JMJ, se esperan más de tres millones de personas.

Discurso del Santo Padre

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