El papa Juan Pablo II, al inicio del Año Santo extraordinario de la Redención, celebrado entre 1983 y 1984, decidió poner en la basílica de San Pedro una gran cruz de madera, de una altura de casi cuatro metros, de tal modo que todos pudieran verla.
Al finalizar aquel año conmemorativo, el Papa entregó la cruz a todos los jóvenes del mundo, representados por una delegación del Centro Internacional Juvenil San Lorenzo de Roma, diciendo: “Queridos jóvenes. Al clausurar el Año Santo os confío el signo de este Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla por elmundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención” (Roma, 22 de abril de 1984).
Los jóvenes acogieron el deseo del Santo Padre. Desde entonces, la Cruz ha sido llevada en innumerables peregrinaciones y a todas las JMJ. El Centro Internacional San Lorenzo es su morada habitual en los períodos en los que no está de viaje por el mundo. En el año 2003, al final de la Misa del Domingo de Ramos, Juan Pablo II quiso regalar a los jóvenes también una copia del icono de la Virgen María Salus Populi Romani (cuyo original se conserva en la basílica de Santa María la Mayor en Roma), para que les acompañara en sus peregrinaciones.
También en este año, el encuentro de los jóvenes de todo el mundo en Madrid es precedido por la peregrinación de la Cruz y el Icono que, precisamente desde Madrid, han iniciado su camino español para encender los corazones y predisponerlos para el encuentro con el Señor. Uno de los primeros lugares visitados por la Cruz en Madrid fue la cárcel de Soto del Real, donde los presos vivieron momentos de verdadera emoción y esperanza.
Después de las diócesis de Getafe y Alcalá de Henares, la Cruz y el Icono, hasta el día de hoy, están recorriendo – y lo seguirán haciendo hasta pocos días antes de la JMJ – las 69 diócesis españolas, cada una de las cuales ha organizado para la ocasión celebraciones y eventos.
Una de las etapas más llamativas de la peregrinación fue en la Isla de Tenerife, la más extensa de las Islas Canarias, el archipiélago que conforma una de las diecisiete comunidades autónomas de España y donde se encuentra el tercer mayor volcán de la Tierra. Uno de los puntos fuertes de su llegada fueron los emotivos testimonios de algunos peregrinos que estuvieron presente en la plaza de San Pedro en 1984, el mismo día que Juan Pablo II entregó a los jóvenes la Cruz. En todas las islas de Las Canarias hubo manifestaciones populares de alegría. “Recuerdo emocionada aquel acontecimiento que marcó mi vida”, relata uno de estos peregrinos. “Me siento feliz y orgullosa, pues viene a mi isla aquella misma Cruz que el Papa nos entregó a nosotros”.
En La Palma, uno de los participantes compartió sus sentimientos de alegría por esta importante visita de la siguiente manera: “Queremos danzar de gozo y llevar la palabra de Dios, palabra de amor y de verdad a todos los rincones de nuestra sociedad y de nuestra isla”. “Hoy queremos convertirnos en pequeños para acoger la Cruz y a María, nuestra madre. Queremos hacernos pequeños para descubrir a Jesús en nuestras vidas.
Queremos hacernos pequeños para gritar a cuantos vienen, que merece la pena seguir a Jesucristo”. El Icono y la Cruz también estuvieron en Toledo, la “ciudad de las tres culturas”, que durante siglos ha sido la residencia de judíos, cristianos y árabes; está cerca de Madrid, en el margen derecho del río Tajo, y es desde 1987 Patrimonio de la Humanidad. Una marea de jóvenes inundó las antiguas y empinadas calles de la ciudad para acompañar la Cruz en procesión hasta la catedral. La noche continuó con una vigilia de oración en la que participó un gran número de toledanos, entre numerosas familias.
“Ha sido muy importante que la Cruz haya venido a Toledo”, señala Paloma, una de las jóvenes que participó en la acogida de la Cruz. “Ver las calles de la ciudad inundadas por tantísimas personas ha sido impresionante y muy emocionante”, relató tras la procesión.
En cada lugar, tocado por la Cruz y el icono de María, se ha vivido una fiesta excepcional, pequeña muestra de lo que será la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Con ocasión de la festividad de san Juan de Ávila, los seminaristas del Seminario Diocesano de Logroño acompañaron durante horas la Cruz y rezaron por vocaciones que la JMJ 2011 suscitará entre los peregrinos que participen en ella.
Fue especialmente conmovedora la visita en los lugares de sufrimiento: cárceles, hospitales, lugares en los que el sufrimiento de Cristo es experimentado en modo particular por las personas que lo viven diariamente. El camino de la Cruz, acompañada por el icono de la Virgen, a través de ciudades y pueblos de España, proclama el amor de Dios por cada uno de los hombres y no ha dejado a nadie indiferente entre los españoles. La Cruz es, en su peregrinación, la antorcha que ilumina el camino que lleva a Madrid, donde los jóvenes del mundo están llamados a encontrarse con Cristo.