Esperando la llegada del papa Francisco, los jóvenes de todo el mundo, que desde hace algunos días se encuentran ya en Cracovia y sus alrededores, dan hoy oficialmente inicio a la XXXI Jornada Mundial de la Juventud. En la mañana hay tiempo para los encuentros nacionales, para una visita en el centro histórico de la ciudad o a la maravillosa muestra “Maria Mater Misericordiae” en el Museo Nacional de Cracovia.
Llega la noticia de los terribles hechos de Rouen, que deja a todos atónitos y rezando. El arzobispo de la ciudad francesa, Mons. Lebrun, está aquí en Cracovia, pero parte en seguida para estar cerca de las víctimas y sus parientes. Dice: “Dejo aquí a centenares de jóvenes que son el futuro de la humanidad, aquélla verdadera. Les pido que no se rindan a la violencia y que se conviertan en apóstoles de la civilización del amor”.
En la tarde, todos los jóvenes llegan a Błoniapara la Misa de Apertura oficial de la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada por S. Em. el cardenal Stanisław Dziwisz, arzobispo de Cracovia. Bajo la mirada atenta de Cristo, representado en la imagen de las apariciones a santa Faustina Kowalska, enorme gigantografía en el centro del palco, jóvenes entregan los símbolos de la JMJ, la Cruz y el Icono de la Virgen Salus Populi Romani, que han hecho el recorrido por los sectores de la plaza llena de jóvenes, a pesar de la lluvia insistente que ha mojado el parque desde primeras horas de la tarde. Con la ceremonia de apertura oficial de la JMJ, ha finalizado la “Carrera de relevos de la Llama de la Misericordia”, desde Lagiewniki a Błonia, tocando todos los lugares importantes del pontificado de san Juan Pablo II, a quien se dedica la JMJ.
“Habéis llegado de todos los continentes y de todas las naciones, del oriente y el occidente, del norte y el sur de nuestro globo”, dijo el cardenal Dziwisz. “Traéis con vosotros muchas experiencias. Tenéis en vosotros muchos deseos. Habláis muchas lenguas. Pero a partir de hoy usaremos entre nosotros el lenguaje del Evangelio, el lenguaje del amor, el lenguaje de la fraternidad, de la solidaridad y la paz… Bienvenidos todos a la ciudad de Karol Wojtyła – san Juan Pablo II. En esta ciudad él maduró al servicio de la Iglesia y de aquí se puso en camino por las sendas del mundo para anunciar el Evangelio de Jesucristo”.
En su homilía, el cardenal Dziwisz destacó las dificultades del mundo contemporáneo y dijo: “En estos día nos encontramos con Jesús trayendo experiencias de vida personales según el Evangelio de nuestro mundo complicado. Traemos con nosotros miedos y desilusiones, pero también nuestra nostalgia y nuestras esperanzas, nuestros deseos de vida en un mundo más humano, más fraterno y solidario. Podemos enfrentar los desafíos del mundo de hoy, en el que el hombre hace sus elecciones entre la fe y la falta de ella, entre el bien y el mal, entre el amor y lo contrario”.
Continuó diciendo: “Mañana llegará hasta nosotros el Pedro de nuestros tiempos, el Santo Padre Francisco. Pasado mañana le saludaremos en este mismo lugar. En los días siguientes escucharemos sus palabras y rezaremos junto a él… Experimentar la universalidad de la Iglesia es una maravillosa experiencia unida a las Jornadas Mundiales de la Juventud. De nosotros, de nuestra fe y santidad depende el aspecto de la Iglesia. De nosotros depende su posibilidad de llegar con el Evangelio a los que aún no conocen a Cristo o que no lo conocen suficientemente”.
El cardenal hablo a continuación de la ciudad que alberga la JMJ y sus santos: “Cracovia vive del misterio de la Divina Misericordia, gracias a la humilde Sor Faustina y san Juan Pablo II, que han sensibilizado a la Iglesia y el mundo sobre este carácter particular de Dios”.
Por último, el Card. Dziwisz hizo el llamamiento: “Cuando volváis a vuestros países, a vuestros hogares y comunidades, llevadles la chispa de la misericordia, recordando a todos que son bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia. Llevad a los demás la llama de vuestra fe y encended con ella otras llamas, para que los corazones humanos latan al ritmo del Corazón de Jesús, que es fuente que arde de caridad. Que la llama del amor abrace a todo el mundo, para que en él ya no haya egoísmo, violencia ni injusticia, sino que en nuestra tierra se fortalezcan la civilización del bien, la reconciliación, el amor y la paz”. Al final recordó a Juan Pablo II, “mensajero de la buena nueva, iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud, amigo de los jóvenes y las familias. Sed también vosotros tales mensajeros. Llevad al mundo la buena nueva de Jesucristo. Testimoniad que vale la pena confiarle a Él nuestro destino y lo que se debe hacer. Abrid a Cristo de par en par las puertas de vuestros corazones”.