Acogida, fiesta, misión. La JMJ de Río de Janeiro

JMJ day 7-485

 La JMJ de Río de Janeiro, que tuvo lugar del 23 al 28 de julio de 2013, ha sido la primera JMJ para el papa Francisco, de la que se quedó muy impresionado. Hablando de las celebraciones de Río en la primera audiencia general después del evento, el 4 de septiembre de 2013, el Santo Padre centró sus reflexiones en tres palabras: acogida, fiesta y misión.

Acogida

La población brasileña acogió a los jóvenes de unos 175 países en sus propias casas, escuelas y parroquias. Como siempre, es difícil establecer exactamente el número de peregrinos que participaron en la JMJ. Se habían inscrito unos 350.000 peregrinos y voluntarios, pero en la playa de Copacabana para la Misa final había más de tres millones de personas. El papa Francisco interpretó la opinión general cuando dijo que “la acogida de las familias brasileñas y de las parroquias fue una de las características más bellas de esta JMJ” (Audiencia general 4 de septiembre de 2013). Esto lo confirman tantos testimonios que estamos recibiendo de todo el mundo: jóvenes de todas las partes del planeta hablan ahora de su “familia brasileña”. Se sintieron bienvenidos y acogidos como parte de la familia; la comunicación nunca fue un problema, porque bastaba el lenguaje de la amistad y de la acogida. Algunas familias sólo pudieron ofrecer un alojamiento muy sencillo, pero a sus huéspedes les pareció un palacio. Un joven peregrino de África dijo que fue arropado y colmado por la inmensa gentileza de su familia de acogida, como si se hubiera tratado de viejos amigos. Otros peregrinos dijeron que, cuando llegaron a su “casa brasileña”, se olvidaron de todas las dificultades que habían experimentado en el viaje. Con profunda intuición, el papa Francisco dijo que “la peregrinación comporta siempre incomodidades, pero la acogida ayuda a superarlas y, más aún, las transforma en ocasiones de conocimiento y de amistad. Nacen vínculos que después permanecen, sobre todo en la oración” (ibíd.).

Algunos peregrinos contaron que la estatua del Cristo Redentor, con sus brazos abiertos, les había hecho sentirse inmediatamente en casa. A esto se refirió el Santo Padre cuando dijo: “¡El Cristo Redentor, desde la cima del monte Corcovado, los acoge y los abraza en esta bellísima ciudad de Río!” (Ceremonia de acogida, 25 de julio de 2013).

El Papa volvió en más ocasiones al tema de la acogida y la hospitalidad. “Desde el primer momento en que he tocado el suelo brasileño, y también aquí, entre vosotros, me siento acogido”, dijo a la comunidad de Varginha, añadiendo: “¡Qué hermoso es ser recibidos con amor, con generosidad, con alegría!” (25 de julio de 2013). También el papa Francisco, a su vez, hizo que los jóvenes se sintieran bienvenidos. En la Ceremonia de acogida en Copacabana, se alegró por su presencia a pesar del frío y la lluvia, diciendo: “Veo en ustedes la belleza del rostro joven de Cristo, y mi corazón se llena de alegría”. Pero el Papa ha querido acoger también a los que no estaban físicamente presentes en Copacabana: “A los que nos siguen por medio de la radio, y la televisión e Internet, a todos les digo: ¡Bienvenidos a esta fiesta de la fe! En diversas partes del mundo, muchos jóvenes están reunidos ahora para vivir juntos con nosotros este momento: sintámonos unidos unos a otros en la alegría, en la amistad, en la fe” (ibíd.). En la actual era de las telecomunicaciones, fue posible la conexión en directo de la JMJ con tantos encuentros juveniles que se realizaron en las diócesis de todo el mundo. Los jóvenes que celebraron la JMJ en su país sin duda estuvieron contentos de escuchar que el Papa no se había olvidado de ellos.

Fiesta

La atmósfera en las calles de Río se hizo en la semana de julio aún más vibrante de lo habitual, al pasar jóvenes de las más diferentes nacionalidades de un evento a otro con sus mochilas amarillas, verdes o azules. Se veían miles de chicos y chicas que enfrentaban alegremente la lluvia para asistir a las catequesis y al Festival de la Juventud, elegían los locales donde utilizar los vales para la comida o la cena, hacían cola para subir al Corcovado y ver de cerca el Cristo Redentor, y esperaban los medios de transporte para regresar a sus alojamientos después de las actividades de la jornada. El martes se reunieron todos en Copacabana para la Misa de apertura, presidida por el arzobispo de Río, Mons. Orani Tempesta; allí regresaron el jueves para acoger al Santo Padre para la JMJ y, una vez más, el viernes para la solemne celebración del Vía Crucis. Puesto que ya se sentían en casa en Copacabana, los jóvenes estuvieron contentos al saber que la Vigilia y la Misa de clausura se realizarían de nuevo en la playa y no en el lugar previsto, muy lejano e inundado por la lluvia persistente de aquellos días.

La peregrinación del sábado a Copacabana fue también un espectáculo de alegría: los peregrinos en procesión con sus banderas nacionales saludaban a los transeúntes mientras se dirigían al lugar de la Vigilia y la Misa con el Papa. Toda la semana fue una única fiesta. Los testimonios de tantos jóvenes peregrinos nos cuentan que en Río celebraban la alegría de ser cristianos, de reunirse con otros jóvenes de todas las partes del mundo, de tener el privilegio de participar en la JMJ, de encontrarse en la presencia del Papa, de ser amados por Jesucristo, y otras tantas razones para hacer fiesta.

Las celebraciones con el papa Francisco fueron aún más festivas debido a la natural alegría desbordante de los jóvenes y las palabras de ánimo del Santo Padre.

En la Ceremonia de acogida del jueves en Copacabana, el Papa exhortó a los jóvenes a “poner a Cristo” en sus vidas, explicándoles que encontrarían a Cristo en los sacramentos y en la relación humana con los demás jóvenes. Añadió: “«Qué bien se está aquí», poniendo a Cristo, la fe, la esperanza, el amor que él nos da, en nuestra vida”. Los cantos y la coreografía, junto a las aclamaciones de los jóvenes, animaron cada una de las celebraciones.

El Vía Crucis del viernes fue solemne y majestuoso, pero también lleno de vida. La Cruz de las JMJ fue llevada en procesión por turnos por los diversos grupos de jóvenes, con un gran número de actores y participantes que representaban a varios países del mundo y los sufrimientos de los jóvenes a través de la historia de la pasión de Cristo. El papa Francisco recordó que la Cruz había sido confiada a los jóvenes de todos los continentes por el beato Juan Pablo II en el año 1984, con la invitación de llevarla por el mundo como un signo de amor de Cristo. Desde entonces, la Cruz de las JMJ ha “quedado como impregnada de las situaciones vitales de tantos jóvenes que la han visto y la han llevado”. Refiriéndose a la peregrinación de la Cruz y el Icono de las JMJ en Brasil en los dos años precedentes, el Papa hizo dos preguntas comprometedoras: “¿Qué han dejado ustedes en la Cruz, queridos jóvenes de Brasil, en estos dos años en los que ha recorrido su inmenso país? Y ¿qué ha dejado la Cruz en cada uno de ustedes? Y, finalmente, ¿qué nos enseña para nuestra vida esta Cruz?” (28 de julio de 2013).

En la Vigilia de oración en la playa de Copacabana, el sábado por la noche, la coreografía mostraba un armazón y los actores que trepaban por ella para construir una iglesia. El Papa contó a los jóvenes que San Francisco había escuchado la voz de Jesús que le decía: “Ve, Francisco, y repara mi casa”. Y el Papa continuó: “También hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia. Queridos jóvenes, el Señor los necesita. También hoy llama a cada uno de ustedes a seguirlo en su Iglesia y a ser misioneros” (27 de julio de 2013).

Después de haber pasado la noche en la playa, el domingo por la mañana los jóvenes, con entusiasmo, tomaron parte en la Misa final. Lanzaban exclamaciones y seguían el ritmo de los cantos de la liturgia, emocionados por asumir la misión de evangelización que se les confiaba y animados por las palabras de Jesús en el Evangelio del día: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20). Algunos de los testimonios recibidos declaran que la Misa con el papa Francisco fue la experiencia más hermosa de la JMJ de Río. Un peregrino de Armenia quedó muy impresionado de la exhortación del Papa de tomar en posesión el mundo para reconstruirlo.

La multitud de tres millones de jóvenes presentes, interpelados de este modo, sabía que el desafío incumbe a cada uno de ellos personalmente. Con palabras diferentes, a menudo no en la propia lengua, muchos han intentado expresar lo que sintieron en aquella ocasión: una experiencia visible y concreta de pertenencia a la Iglesia universal, algo que guardarán para siempre en la memoria como un precioso tesoro.

El domingo por la tarde, en el encuentro con los voluntarios, los 60.000 jóvenes, que se habían puesto al servicio de la JMJ, tuvieron la oportunidad de encontrarse con el papa Francisco antes de su partida hacia Roma. Cuando el Papa llegó a la feria de Ríocentro, había una enorme fila de jóvenes que aún estaban entrando, mientras en el interior ya reinaba un clima de fiesta con cantos y aclamaciones. El papamóvil hizo la vuelta por en amplio pabellón para permitir que los jóvenes voluntarios pudieran ver y saludar al Papa. Francisco quiso agradecerles por su servicio y dijo: “No podía regresar a Roma sin haberles dado las gracias personal y afectuosamente a cada uno de ustedes por el trabajo y la dedicación con que han acompañado, ayudado, servido a los miles de jóvenes peregrinos; por tantos pequeños gestos que han hecho de esta Jornada Mundial de la Juventud una experiencia inolvidable de fe” (28 de julio de 2013). Este “gracias” del Papa significó mucho a los voluntarios que, además de sentirse apreciados por su dedicación, aprendieron también lo importante que es expresar la gratitud. A continuación, el Papa les exhortó: “Yo tengo confianza en ustedes, jóvenes, y pido por ustedes. Atrévanse a ‘ir contracorriente’. Y atrévanse también a ser felices”.

Misión

La dimensión misionera era muy clara en esta JMJ, que tenía como tema: “Id y haced discípulos a todos los pueblos (cfr. Mt 28,19). Muchos grupos de peregrinos de todas las partes del mundo pudieron aceptar la invitación de visitar las diócesis brasileñas para la “Semana misionera” antes de continuar para la Jornada Mundial de la Juventud en Río. Esto permitió a los jóvenes no sólo experimentar la acción misionera en un país nuevo, sino hacer nuevas amistades y sumergirse en la tradición brasileña de la oración y la fiesta. Como se puede leer en diferentes testimonios de jóvenes, la Semana misionera fue una experiencia muy positiva para todos los que pudieron participar en ella.

Las catequesis fueron para los jóvenes un elemento clave para comprender mejor cómo poder ser misioneros de Cristo en el mundo. Es tradición en la Jornada Mundial de la Juventud que los jóvenes estén acompañados por los obispos de las diferentes partes del mundo.

En Río estaban presentes más de 650 obispos, de los que 278 estaban invitados a dar las catequesis en una de las 23 lenguas previstas. Las sesiones de catequesis tuvieron lugar en la mañana del miércoles, jueves y viernes en diferentes iglesias y locales repartidos por toda la ciudad de Río de Janeiro, y eran animadas por grupos de peregrinos de diversos países. La tarea de animar una sesión de catequesis es muy valorada por los jóvenes, por ello las conferencias episcopales y los movimientos, asociaciones y comunidades eclesiales aceptan siempre con gusto la invitación del Consejo Pontificio para los Laicos a encontrar grupos que puedan desempeñar este servicio.

Cada una de las tres jornadas de catequesis tenía un tema específico: Sed de esperanza, sed de Dios; Ser discípulos de Cristo; Ser misioneros: “¡Id!”. Los obispos catequistas, también gracias a las pautas recibidas con antelación, se habían preparado desarrollando estos temas según la experiencia de vida cotidiana de los jóvenes en la era digital, con las muchas tentaciones y desigualdades que les rodean. En las pautas se recordaba a los obispos que los jóvenes de hoy, igual que los del pasado, sienten en sí el entusiasmo típico de su edad y buscan razones para la esperanza; en las catequesis había que tener presente que los jóvenes participantes provenían de ambientes y culturas diversas, y que muchos de ellos se encontraban en la situación de escuchar las catequesis en una lengua diferente a la suya. Los testimonios que recibimos hasta ahora muestran que muchos jóvenes quedaron impresionados por lo que habían escuchado y vivido en las sesiones de catequesis. Valoraron la posibilidad de poder hacer preguntas a un obispo y recibir respuestas cualificadas, como también el intercambio sobre diferentes argumentos con jóvenes de otros países; sienten que han aprendido cosas nuevas y adquirido una visión más amplia de la fe y la vida. Algunos jóvenes escribieron que se sintieron llamados a hacerse discípulos de Cristo y a contribuir en la misión de la Iglesia. También es interesante constatar que algunos jóvenes, después la JMJ, expresaron el deseo de participar en sesiones de catequesis del mismo tipo en sus propios países.

Otra oportunidad para reflexionar sobre la misión y cómo llevarla adelante fue visitar la Feria vocacional. Había sido instalada en un parque de la ciudad y consistía en una serie de stand en los que representantes de varios movimientos, asociaciones, comunidades y órdenes religiosas mostraban su labor y su carisma, y respondían a las preguntas de los peregrinos que, a pesar del mal tiempo, acudían en masa. Cerca de la Feria vocacional había un área preparada para el Sacramento de la Reconciliación. Ahí había filas de confesionarios confeccionados en modo muy sencillo, en los que los sacerdotes se alternaban para confesar a los jóvenes en numerosas lenguas. Es aquí a donde el Papa vino a confesar a algunos jóvenes. El sacramento de la reconciliación se podía recibir también en las iglesias de Río, sobre todo en las sedes de las catequesis. En el parque de la Feria había incluso un pequeño escenario donde algunos jóvenes celebraban la misa y se realizaban actividades del Festival de la Juventud. Además, había una pared equipada en la que los jóvenes podían escalar, hacer ejercicio y recordar que el deporte, en general, no es ajeno a la fe, es más, que el deporte, como toda forma de cultura, es alimentado por la fe, de la que mucho se puede aprender.

El papa Francisco, en varias ocasiones, les recordó a los jóvenes su misión. Les animó diciendo: “También vos, querido joven, querida joven, podés ser un testigo gozoso de su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a este mundo. Dejate buscar por Jesús, dejate amar por Jesús, es un amigo que no defrauda” (Ceremonia de acogida, 25 de julio de 2013).

Después, el Papa definió su juventud como un instrumento que hay que usar en la Iglesia: “¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a los jóvenes? Otro joven. ¡Éste es el camino que ha de ser recorrido por ustedes!” (Misa final, 28 de julio de 2013). El Papa también les recordó a los obispos y sacerdotes su misión para los jóvenes, diciendo: “Ayudemos a los jóvenes. Pongámosle la oreja para escuchar sus ilusiones. Necesitan ser escuchados. Para escuchar sus logros, para escuchar sus dificultades, hay que estar sentados, escuchando quizás el mismo libreto, pero con música diferente, con identidades diferentes. ¡La paciencia de escuchar! Eso se lo pido de todo corazón. En el confesionario, en la dirección espiritual, en el acompañamiento. Sepamos perder el tiempo con ellos…”. Y añadió: “Empujemos a los jóvenes para que salgan. Por supuesto que van a hacer macanas. ¡No tengamos miedo! Los apóstoles las hicieron antes que nosotros” (Misa con los obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas, 27 de julio de 2013).

La Fundación Juan Pablo II para la Juventud en Río

El lunes 22 de julio, un día antes del inicio de la JMJ, la Fundación Juan Pablo II para la Juventud, con la colaboración de los ministerios del ambiente de Italia y Brasil, celebró un congreso sobre el tema: “Los jóvenes de la JMJ custodios de lo creado”. La finalidad del congreso fue la presentación de un manifiesto sobre la protección del ambiente para un futuro a medida del hombre, preparado por expertos en base a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible Río +20 y las recientes exhortaciones del papa Francisco sobre el argumento.

Los temas de las próximas tres JMJ

Los temas de las próximas Jornadas Mundiales de la Juventud están tomados de las Bienaventuranzas.

Como dijo explícitamente a los peregrinos argentinos reunidos en Río de Janeiro, papa Francisco desea que los jóvenes conozcan a fondo las Bienaventuranzas y que hagan de ellas un auténtico y verdadero programa de vida. Las próximas dos JMJ se celebrarán a nivel diocesano. El tema de la XXIX Jornada Mundial de la Juventud en el año 2014 será: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3). El tema de la XXX Jornada en 2015 será: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). La XXXI Jornada, que se celebrará a nivel internacional en Cracovia (Polonia) en el mes de julio de 2016, tendrá como tema: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7). Como es tradición, antes de cada JMJ el Papa dirigirá un Mensaje a los jóvenes del mundo para ilustrar el tema del año.

De Río a Cracovia

Cuando apenas concluye una edición internacional de la JMJ, la Sección Jóvenes del Consejo Pontificio para los Laicos inicia a trabajar para la siguiente. Por lo tanto, ya ha comenzado una correspondencia regular con el Comité Organizador de Cracovia 2016, cuyos miembros ya vinieron a Roma para una primera reunión de trabajo con el dicasterio el 14 de noviembre de 2013. El Comité polaco está formando su equipo e iniciando el complejo trabajo de preparación necesario para acoger un evento mundial. La Sección Jóvenes está organizando para el mes de abril de 2014 el Encuentro Internacional “De Río 2013 a Cracovia 2016”, al que están invitados los delegados de la pastoral juvenil de las conferencias episcopales y los principales movimientos, asociaciones y comunidades eclesiales internacionales.


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