El domingo 15 de junio 2014, el papa Francisco se fue a visitar a la Comunidad de Sant’Egidio precisamente en Trastevere, lugar donde nació y donde se encuentra la pequeña iglesia de Sant’Egidio, que es desde siempre la sede de la Comunidad.
El Papa fue recibido por la Comunidad que Andrea Riccardi, fundador de la misma, definió como “la familia de Sant’Egidio”: pobres, personas sin hogar, nuevos europeos, personas con discapacidades, gitanos y tantos ancianos. El Santo Padre se detuvo para saludar a muchas de las 10.000 personas que llegaron para esta ocasión y escuchó con atención los testimonios de algunos de los pobres de la Comunidad. Irma, de 90 años, contó de su vida que había considerado fuese inútil; hoy está comprometida con el servicio a los ancianos del instituto: “Como anciana pienso que puedo entender mejor que ayer el secreto de la vida: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35). Es una profunda verdad que nos explica por qué tantas veces estamos tristes; dar a los demás hace felices”. Adriana, mujer con una discapacidad, habló de su condición: “Quisiera decir algo sobre mí y sobre aquéllos que, como yo, viven las dificultades… Se ve, no se puede esconder. Somos débiles, pero ¡no estamos tristes ni asustados! Tenemos la fuerza del Espíritu de Jesús”.
Al introducir el encuentro, Andrea Riccardi habló de la Comunidad y su vínculo con los pobres diciendo que: “Nosotros no hemos renunciado al sueño de cambiar el mundo, porque quien es amigo de los pobres quiere un mundo diferente”, y continuó explicando la centralidad de los pobres para Sant’Egidio porque: “Los pequeños, librados de la irrelevancia, pueden hacer historia”. Seguidamente, refiriéndose al compromiso por la reconciliación que caracteriza a la Comunidad, añadió: “Nosotros los cristianos tenemos una fuerza mansa de hacer la paz”.
El papa Francisco se detuvo en su discurso en la unión entre los pobres y los miembros de la Comunidad diciendo: “Os deseo que viváis lo que os ha dicho el Prof. Riccardi, que entre vosotros se confunde quien ayuda y quien es ayudado. Es una tensión que lentamente cesa de ser tensión para convertirse en un encuentro, un abrazo; se confunde quien ayuda y quien es ayudado. ¿Quién es el protagonista? Ambos, o mejor dicho, el abrazo”. A continuación añadió que “desde los pobres y los ancianos se comienza a cambiar la sociedad. Jesús dice de sí mismo: «La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular» (Mt 21,42). También los pobres son, en cierto modo, “piedra angular” para la construcción de la sociedad. Lamentablemente, la economía especulativa de hoy les hace cada vez más pobres, privándoles de lo esencial, como lo es una casa y un trabajo. ¡Es inaceptable! Quien vive la solidaridad no acepta esto y actúa. Y esta palabra “solidaridad” muchos la quieren sacar del diccionario, porque a cierta cultura le parece una palabrota. ¡No! ¡Es una palabra cristiana, la solidaridad!”
Al final de su saludo, el Papa exhortó a la Comunidad de Sant’Egidio: “Continuad por este camino: oración, pobres y paz. Y caminando así, ayudáis a hacer crecer la compasión en el corazón de la sociedad – que es una verdadera revolución, aquella de la compasión y la ternura -, a hacer crecer la amistad en vez de los fantasmas de la enemistad y la indiferencia”.
