Josep Miró i Ardèvol - Veréis con esperanza

Veréis con esperanza, asombro, o preocupación, la gran transformación que ha iniciado la encíclica de Francisco Laudato si'. Su intención se percibe con más claridad después de sus mensajes en Ecuador, Bolivia y Paraguay, y de manera especial en su discurso en el Encuentro de Movimientos Populares, continuación del celebrado en Roma en el 2014, promovido por la Comisión Pontificia Justicia y Paz, que preside el cardenal africano Peter Turkson. El Papa ha proclamado a los católicos y a quienes quieran escucharlo, que "este sistema no se aguanta" y que "necesitamos y queremos un cambio". No son palabras retóricas, menos cuando las ha precedido una encíclica, la forma con la que el magisterio de Pedro se dirige al mundo. Francisco afirma la necesidad de cambio, y se com promete con él, promoviendo la "globalización de la esperanza", que tiene como ejes fundamentales, "la economía al servicio de los pueblos, la paz, y preservar la naturaleza": "La justa distribución de los frutos de la tierra y del trabajo es un deber moral, y para los cristianos un mandamiento".

Con Francisco hay gente que descubre la doctrina social de la Iglesia, aunque ella está ahí hace mucho tiempo: "En el transcurso de su historia, y en particular en los últimos cien años, la Iglesia nunca ha renunciado ​ según la expresión del papa León XIII​ a decir la palabra que le corresponde acerca de las cuestiones de la vida social". Como apuntaba en mi artículo anterior ("Ecología integral", 29 de junio), lo que nos ofrece Francisco es la continuidad y renovación que caracteriza a la Iglesia en la historia. Claro que también existen diferencias. Ningún Papa es igual a otro. Una de ellas es personal. El lenguaje de Francisco es asequible, directo, da más titulares que matices, bordea el riesgo, y esto lo hace mediático.

Habla un latinoamericano argentino, jesuita, y pastor, mientras que Wojtyla era un polaco, buen filósofo personalista, que vivió la tragedia de Europa y del comunismo desde dentro. Ratzinger, un intelectual alemán, y un gran teólogo preocupado por la suerte de Europa.

Francisco hace más visible otra diferencia, que es institucional, de la Iglesia. Su médula ha dejado de ser Europea y se une al mundo emergente. Su presente está en América Latina y su proyección norteamericana; su futuro en África y Asia. Este es otro cambio sin parangón en quince siglos.

 

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