El diálogo entre el Consejo Pontificio para los Laicos y los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades continúa intensamente desde hace años, tejiendo una red de contactos y encuentros que culminan normalmente en etapas de asambleas periódicas, como la que se tuvo el jueves 27 de junio de 2013 en el aula magna del dicasterio. Se ha convertido en costumbre que los fundadores, responsables o delegados de las nuevas realidades más difundidas a nivel internacional sean convocados cada año por el Consejo Pontificio para los Laicos para momentos de intercambio, reflexión y comparación, para enfrentar nuevos temas y desafíos en el único campo de evangelización y edificación de la Iglesia universal.
Sesenta y tres participantes, representantes de treinta y dos diversas realidades eclesiales, y provenientes – además de Italia – de Francia, España, Portugal y Brasil, se reunieron en la sede del dicasterio, que el cardenal Ryłko denominó como pequeño «cenáculo» al saludar a los congregados con respecto al gran «cenáculo» de la plaza de San Pedro, donde en Pentecostés se reunieron asociaciones laicales, movimientos y nuevas comunidades con el papa Francisco en uno de los encuentros más esperados del Año de la Fe. El presidente del Consejo Pontificio para los Laicos se detuvo largamente (ver adjunto el texto en PDF) en aquel evento del 18-19 de mayo de 2013, retomando sobre todo las palabras del Papa, no sin antes haber destacado dos eventos aún más importantes, que acontecieron en los meses precedentes: la renuncia al pontificado de Benedicto XVI y la elección del nuevo Pontífice.
El cardenal Ryłko recordó después las palabras que el papa Francisco había dirigido a las asociaciones laicales, a los movimientos eclesiales y a las nuevas comunidades durante la vigilia de Pentecostés y, sobre todo, las que les dirigió durante la santa misa del domingo. Es un «discurso programático», bien estructurado con «palabras clave como novedad, armonía y misión», dijo el presidente del dicasterio, «después de cada cual planteaba preguntas concretas».
Después de la intervención del cardenal se realizó un comienzo de debate entre los presentes, pero que, debido al breve tiempo a disposición, no permitió un mayor desarrollo. Pero fue un debate que el cardenal quiso mantener abierto para una posterior profundización, pidiendo contribuciones escritas en vista de futuros encuentros que tendrán lugar en el próximo tiempo.
El encuentro se concluyó con algunas puestas al día sobre la organización de la ya próxima JMJ de Río de Janeiro, agradeciendo en modo particular el compromiso de los movimientos y nuevas comunidades internacionales, que en seguida, en aquel lejano 1984, respondieron con valor y entusiasmo a la invitación de Juan Pablo II de promover una Jornada Mundial de la Juventud, iniciativa que después habría tenido el desarrollo que hoy conocemos.
